Las paredes me odian.
Brotan centenares de raíces
que toman mi cuerpo
y lo resquebrajan
en simples ramas secas.
Golpes de hoja seca
en el fondo del umbral.
Recuerden, recuerden. Nunca dejen de buscar el sonido del silencio, pese a que lo más cercano que estarán ustedes de él será en sueños; pero no en los propios, sino en los de las palabras, que anhelan sentirse vacías.