Si aún sin conocerte
mi inspiración ya eras tú,
imagina mi impotencia
al querer escribir
cómo me asfixiabas
en aquella tenue luz.
Y es que espero que ahora
aproveches bien el aire
que aún te dejo respirar,
pues no hay tiempo,
ya no más.
Me cuesta la mismísima vida
encontrar la respuesta
a la simple pregunta: Quién eres.
No sé si eres
un persona que conozco
o desconozco.
O si acaso eres una persona
o simplemente la (im)perfección para mí.
O si eres un puto inconveniente
o una jodida maravilla.
Si es que no sé qué eres.
Sólo sé lo que me creas.
Sé que mandas
diminutas hormigas en llamas
para que se enrosquen dentro de mi piel
entre mis piernas
y suban,
y suban,
anundándose a mi cuello
para que se prendan en mi boca
que apagarás con tu dañada lengua.
Sé que ves lo mismo que yo,
que te deseo,
que siento que me deseas.
Sé que me cortas los ojos
con lanzas afiladas
que despides de tu mirada
cuando apenas nos separan
cinco-centímetros de nuevo;
o menos, o más,
qué más da.
Sé que yo te mando
taladros flamantes
que te tocan,
que te dañan,
que te incitan.
Si es que eres y no eres.
Si es que te beso y no me besas.
Si es que no sé si espero
que en un futuro
sea un nosotros;
por ti.
Si es que parece que no eres tú,
si es que sólo soy yo.