Eres pura matemática para mí.
Te veo y no sé qué hacer,
cómo cogerte.
Me desquicio.
Poco a poco, tomo el control
de la situación
y empiezo.
Pero nunca sé por dónde.
Es que no te entiendo.
Entiendo la satisfacción
cuando consigo descifrarte.
Pero nunca llega
la solución perfecta.
Nunca te resuelvo.
Eres un problema eternamente pendiente.